Estamos a unos días de que comience el Buen Fin, y a unas semanas de que el espíritu navideño nos invada por completo. Son fechas que cada año, en su gran mayoría, nos llenan de alegría y nos permiten fortalecer amistades y lazos familiares, de eso se trata la conclusión del año calendario.

La semana estuvo de locura para nuestro próximo presidente, se le soltaron todos los demonios del nuevo aeropuerto. Don Andrés Manuel tomó la decisión de cancelar el proyecto en Texcoco, para supuestamente sustituirlo por el de Santa Lucía, ¡Y con ello se prendió la pólvora!, lo suficiente para que a la Bolsa Mexicana de Valores registrara una caída importante, y para que las calificadoras nos pusieran a temblar un par de días.

En 1995; en las semanas posteriores al inicio de la terrible crisis económica; aquella que se desató por el histórico “error de diciembre” del gabinete zedillista; la cacería de culpables se encontraba a flor de piel, y arreciaba la guerra entre los funcionarios recién llegados y los salinistas recién salidos.

El pueblo bueno

De gira por el estado de Durango, el presidente López Obrador anunció que al asumir su mandato, ya no habrá más inspecciones del SAT, de la PROFECO, y de otras entidades de supervisión similares; esto, bajo la premisa de que el pueblo es bueno y la gente es honesta, y que entonces el gobierno puede confiar en ella, por lo que ya no será necesario estarla vigilando para que cumpla con sus obligaciones.